Ana Lista Barreto
Ana Lista Barreto es una mujer rural que inspira con su perseverancia, trabajo arduo y su determinación de avanzar y progresar. A través de su experiencia, ha superado numerosos desafíos en su formación y aprendizaje. Su historia refleja cómo enfrenta y conquista obstáculos, buscando siempre crecer y desarrollarse.
Tiene 50 años de edad, vive en la localidad de Los Arenales, departamento de Canelones, junto con su hija Melissa de 25 años y su hermano Andrés de 54 años.
Su vida familiar en el medio rural
En el año 1995, cuando Ana tenía 22 años, integró un grupo de jóvenes con vecinos y amigos, e hicieron un invernáculo colectivo en un predio. “Todos íbamos a trabajar en él. Con los años, pudimos repartirnos y hacer nuestro propio invernáculo en la casa de cada uno de los ocho integrantes”, explica. Continuando con el proceso de trabajo colectivo y en la búsqueda de acceso a tierra, “más tarde accedimos a dos fracciones de campo del Instituto Nacional de Colonización. Con el fondo común que teníamos de los invernáculos llegamos a crecer bastante como grupo”.
Con el paso de los años, la actividad colectiva “no nos fue rentable, porque ya las familias eran más numerosas, había más compromisos y no se podía atender el campo, y lo entregamos”, revela. Destaca que “el trabajo en grupo fue de mucha ayuda para nuestra formación como productores y personas; siempre nos apoyábamos en los momentos difíciles de nuestra vida”.
Ya en 1997, “me casé y tuve dos hijos, Melissa y Franco; tuvimos la mala suerte de perder al pequeño en un accidente. Pero siempre los amigos y la familia fueron pilares para seguir adelante”.
La familia de Ana siempre vivió en el medio rural. Ella es la menor de cinco hermanos; su madre era ama de casa y su padre inspector de tránsito (todos los días hábiles, recorría veinte kilómetros a caballo para llegar al trabajo, desde el predio ubicado en Ruta 81 km 60.500, Los Arenales).
Tenía siete años de edad cuando comenzó a concurrir a la escuela, ubicada a cuatro kilómetros de su casa. Iba con su hermano, él en una bicicleta grande y ella en otra más chiquita, algunas veces la llevaba su padre a caballo y otras iban caminando. Al regreso, ayudaba a sus padres en las tareas del campo: deschalaba maíz, cuidaba los cerdos, o colaboraba en la quinta, por ejemplo, regando los boniatos o plantando maíz.
Después de terminar las tareas, “jugábamos con mis hermanos a las bochas o a la pelota. En la noche hacíamos los deberes iluminados por el farol a mantilla, porque no teníamos luz eléctrica”. Ese era el momento del día en el que toda la familia se reunía en la cocina, que estaba hecha con paredes de barro, techo de paja y piso de terrón. Ana describe esa cálida escena familiar: “mientras mi madre cocinaba en la cocina a leña, hacíamos boniatos al horno o choclos en las brasas. Jugábamos a las barajas entretanto mi padre leía el diario, que siempre compraba cuando iba a su trabajo”.
Lo que cultivaban en el predio lo vendían en el mercado, sobre todo tomates, choclos, etc.; también hacían algo de ganadería.
“El trabajo en grupo fue fundamental para nuestra formación como productores y personas, ya que nos brindamos apoyo en los momentos difíciles de la vida. Los amigos y la familia fueron pilares para salir adelante”
Sus estudios en el proceso educativo
Celebración del Día del Libro en la escuela N° 38 del Colorado de Migues, donde Ana fue invitada a leer un cuento.
Ana reconoce que “hasta hace unos 10 años atrás solo tenía la escuela primaria”. Cuando culminó primaria, la familia no tenía ningún medio de transporte para llevarlos a estudiar, solo contaban con bicicletas y un caballo; y las líneas de ómnibus circulaban por la ruta 7, distante ocho kilómetros de su casa. “Mis padres decidieron mandarme a hacer un curso de corte y confección con una vecina modista. Era en ese entonces lo más común que estudiaban las adolescentes en la zona rural”, recuerda.
Desde niña le gustaba escribir, principalmente poemas. Es así, que entre 2014 y 2015, Ana participó de un taller literario en la escuela N° 55 de la zona de Los Arenales. “Para mí fue muy lindo poder desarrollar ese hobby de una manera más ordenada y con técnicas que mejoraban la escritura, haciendo que la misma fuera más atractiva a los lectores”. Manifiesta que el taller “me abrió muchas puertas, en algo que me apasiona: la escritura”. A partir de este taller, participó en un concurso de cuentos y poesías, donde sus trabajos fueron reconocidos y publicados, conjuntamente con los de otras personas del taller. “Eso marcó un acontecimiento muy especial para mí y para todos los que fueron parte”.
También en esa época, escribí un poema inspirado en la amistad, que se llama "Cuando ríes" y que fue musicalizado por el "Dúo Coames", integrado por jóvenes mujeres de la zona. Esa letra ha recorrido muchos escenarios dentro y fuera de nuestro país, por lo que les agradezco a ellas por confiar en mí y darle difusión a mi poesía. Además, he recibido reconocimientos, como el premio Victoria que se entregó el año pasado en un evento en el Hotel Radisson de Montevideo”, relata emocionada.
A partir de la motivación que le despertó el taller literario y gracias a un plan que se lanzó en el liceo de Migues (Canelones), Ana pudo cursar el ciclo básico en un año, en la modalidad semipresencial.
Mientras tanto, llevaba varias actividades a la vez: como la participación activa en las organizaciones de la zona; seguía trabajando en changas en la horticultura por el día y en las noches cuidado de personas mayores. Pero nada la detuvo, nos cuenta que “cuando culminé el ciclo básico, me propuse continuar y lo hice en el liceo de Montes, en el horario de 19:00 a 22:00 h. Por lo general, me trasladaba en moto tres veces a la semana, viajando unos cuarenta kilómetros entre ida y vuelta”. Y entre tantas anécdotas que vivió en ese tiempo, nos cuenta que “una noche se me rompió la moto en Migues, fui a la comisaría, les conté lo que me había pasado y me trajeron hasta casa; porque ya a esa hora no tenía ómnibus”.
“Posteriormente, a fines del año 2019, comenzamos a reunirnos con un equipo de trabajo en lo que más adelante fue la primera experiencia de bachillerato rural que se inició en la escuela N° 55 de Los Arenales. Como protagonistas en el empuje de este logro en que 25 personas llegaron al título de bachiller, fuimos Yanina Curbelo (presidenta de la SFR Los Arenales) y yo, quienes queríamos sí o sí extender la educación secundaria al medio rural y así comenzamos las gestiones. Nuestra voz fue escuchada por docentes del liceo de Tala y por la SFR de Los Arenales, que nos apoyaron y nos acompañaron a cumplir ese sueño. En el año 2023, ese ciclo tuvo su cierre de forma muy emocionante para todos los que fuimos parte”.
Graduación de bachillerato rural en Los Arenales.
Fiel a su espíritu de perseverancia, Ana se plantea nuevos retos: “este año me propuse hacer realidad mi sueño de ser maestra y comencé la carrera de Magisterio en el Instituto de Formación Docente de Pando”.
Su tenacidad es ejemplo para otras personas, pero especialmente para su hija Melissa, “de quien he aprendido mucho. De niña fue muy tímida y vergonzosa, en la escuela no le iba muy bien. Cuando era adolescente le tocó levantarse muy temprano para ir a estudiar y lo hizo sola, porque yo trabajaba. Con responsabilidad, fue abriéndose caminos; más tarde en el tiempo comenzó la Facultad de Ciencias Sociales, haciendo ocho kilómetros en moto para llegar a la ruta a tomar el ómnibus para Montevideo. Hoy tiene el título en trabajo social, está trabajando y se está especializando en sociología”.
La producción en el predio
Con la ayuda obtenida por el trabajo en grupo “comencé con el rubro hortícola en invernáculos, pero las inclemencias del clima un día nos rompieron sus estructuras; el capital económico no daba para reinvertir y continué con la ganadería y el trabajo fuera de casa”.
En la actualidad, Ana realiza la ganadería de recría en el campo que era de sus padres. Cuenta con treinta hectáreas que son sucesión, de las cuales, sería propietaria de la quinta parte. Además, “soy propietaria de quince vacas para la producción de terneros y hago verdeos, contratando servicio de maquinaria para la siembra. Los terneros los vendo a consignatarios o a otros productores”.
El trabajo cotidiano en el predio, lo realiza Ana, “por lo general, yo me ocupo de tomar las decisiones, ya que mi hermano trabaja fuera de casa. Él me ayuda en los trabajos más pesados, como arreglar alambres o curar bicheras”, comenta.
Ana y su hija Melissa.
Su vínculo con la organización de base
Ana es socia activa de la SFR Los Arenales; refiere que “a principios del año 2006, impulsados por técnicos de la Junta Nacional de la Granja que venían trabajando en la zona en la asistencia del manejo en los invernáculos, comenzamos a conversar la posibilidad de reflotar la sociedad de fomento rural de nuestra zona que, como tantas otras, había cerrado sus puertas a principio de los años 90 (había funcionado desde el año 1965 al 1992). Se formó un equipo de trabajo y comenzamos las reuniones con el apoyo de la Comisión Nacional de Fomento Rural (CNFR). Teníamos un referente que hacía muchos años nos guiaba: Marino Colman, fiel defensor de la agricultura familiar y de las instituciones, quien había sido directivo de la sociedad de fomento rural y consejero de la CNFR”.
En el año 2006 se formó la Comisión Directiva de la SFR Los Arenales, siendo Ana electa como presidenta hasta el 2010. Considera que “no tenía mucha experiencia de trabajo con organizaciones, era parte del grupo de productores e integraba la Comisión Directiva del Club Agrario, pero veía necesario que para el bien de los productores existiera un lugar en donde bajaran los proyectos y beneficios para los socios de dicha organización”.
Agrega que “en todos estos años hemos pasado por muchas situaciones, buenas y no tan buenas. Pero insisto en que se debe continuar. Nos tocó la peor parte cuando recién comenzamos: sin teléfono, sin los medios que hoy en día hacen todo más fluido; de todas maneras, fuimos avanzando y acercando productores. Principalmente, nuestra organización se caracteriza por la actividad social, vinculando a la familia en todas las actividades. Es de considerar que no hay una gran entrada económica y hoy tenemos una administrativa a la cual solo podemos mantener con dos horas semanales. Nuestro gran logro sigue siendo la participación de mujeres en la toma de decisiones y acompañando de forma activa a nuestros compañeros de Comisión Directiva”. Resalta el gran trabajo que ha llevado adelante la presidenta Yanina Curbelo, “quien viene cumpliendo varios años al frente de la institución, de forma excelente”.
Mujeres rurales de la SFR Los Arenales.
Siente que “a veces no es fácil estar a cargo de una organización, hay mucha responsabilidad y hay que dar la cara ante circunstancias que pueden ser negativas. Sabemos que tratar con mucha gente y ponerse de acuerdo no siempre termina en buenos términos, hemos perdido algunos compañeros que por algunas diferencias decidieron dar un paso al costado y esas cosas duelen, pero, como mencioné antes, no es fácil cuando hay que tomar decisiones y muchas veces deben ser rápidas”.
Entiende que la participación en la organización le brinda muchas cosas, pero, sobre todo, “el vínculo con los diferentes entes y los que mantenemos en nuestro entorno: muchas veces el juntarnos a tomar unos mates y conversar es un buen ejercicio para socializar”.
Destaca la importancia de que los apoyos de parte del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca aterricen en las organizaciones, para poder asistir a los socios.
Con respecto a la SFR Los Arenales, “deseo que se mantenga de puertas abiertas para toda la comunidad”.
“Nuestro gran logro ha sido la participación de mujeres en la toma de decisiones y acompañando a nuestros compañeros de Comisión Directiva de la SFR Los Arenales”
Comisión Directiva de la SFR Los Arenales.
El vínculo con la Comisión Nacional de Fomento Rural
En el año 2008, a propuesta de Marino Colman, la SFR Los Arenales designa a Ana como delegada para participar en la Asamblea General Ordinaria de la Comisión Nacional de Fomento Rural (CNFR), donde resultó electa como consejera. Respecto a su participación en CNFR, explica que “me parece muy importante ser parte, porque allí se pueden plantear las diferentes dificultades que podemos estar transitando y, de esta manera, junto con otros compañeros, darle más fuerza para que sean escuchadas”.
Reunión del Consejo Directivo de CNFR.
Su mensaje para las mujeres y jóvenes
de la producción familiar
“Mi mensaje para las mujeres es que se hagan oír, que no tengan vergüenza; las mujeres tenemos otra forma de ver las cosas y es muy importante para la sociedad que seamos escuchadas y que nuestros aportes tengan incidencia en las políticas públicas.
A los jóvenes, les digo que busquen su propio camino, que sean independientes y responsables. Si quieren estudiar está bien, si quieren trabajar en el campo porque les gusta, está bien. Lo que no está bien es rendirse cuando las cosas no salen. Deben mantenerse constantes para cumplir sus metas”.
“Mujeres: háganse oír, es muy importante para la sociedad que seamos escuchadas y que nuestros aportes tengan incidencia en las políticas públicas.
Jóvenes: busquen su propio camino. No se rindan y mantengan la constancia para cumplir sus metas”